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La lapidación o apedreamiento era uno de los procedimientos empleados antiguamente para la ejecución de la pena capital. Algunas veces aquel castigo es todavía agravado por un tratamiento del cadáver que demuestra la intención de evitar la contaminación de la tierra por el contacto de un cuerpo impuro. A este efecto leemos en el LEVÍTICO / VAYICRA: “el que teniendo por mujer a la hija, se casa después con la madre de ella, comete un crimen enorme; sea quemado vivo con ellas, ni quede entre vosotros rastro de tanta infamia” (XX, 14); y que “si la hija de un sacerdote fuere cogida en pecado, deshonrando así el nombre de su padre, será quemada viva” (XXI, 9). En otras ocasiones se levantaba sobre el ajusticiado un montón de piedras como un perenne recuerdo del crimen cometido y para escarmiento de los demás, como puede verse en el texto del libro de Josué (VIII, 29): “colgó también de un patíbulo a su rey (Josué al rey de la ciudad de Hai) hasta la tarde al ponerse el sol, en que por mandato de Josué descolgaron el cadáver de la cruz y lo arrojaron en la misma entrada de la ciudad, levantando sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta el día de hoy.”
Viernes, 26 de abril de 2024 -

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