Glosario

La mención más antigua que se conoce con relación a la península ibérica (España y Portugal) es en la Toráh (I Reyes, X: “(22) Y el rey tenía en el mar una flota en Tarsis (Tarshish) con la flota de Jiram. Una vez cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales. (23) De tal suerte el rey Salomón sobrepasaba a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría.” Así pues los fenicios (aparte de los pobladores indígenas) fueron los primeros exploradores históricos de las costas. A ellos siguieron los griegos, comenzando los viajes de los focenses en el silo XII AEC, y apareciendo citadas por Estesicoro, hacia el año 600 AEC, la ciudad de Tartessos y la isla Erythela (isla del delta del Guadalquivir, localizada otras veces en la isla de Cádiz), la isla del crepúsculo vespertino, habitada por Gerión, y enfrente de la cual desemboca el río Tartesso. Si aceptamos una tradición citada por Flavio Josefo, el primer caudillo que al frente de los judíos llegó a España, fue Tubal, quinto hijo de Jafet y nieto de Noé, reinando en ella 155 años; le sucedió su hijo Ibero, que reinó 37 años y dio nombre al río Ebro y después a toda España (Iberia), sucediéndose, como hijos unos a otros; Idubedo (64 años de reinado), Brugo (52 años), Tago (30 años) que dio nombre al río Tajo, y Beto (31 años), que lo dio al Betis y con él a toda Andalucía (Bética). En un recuento hecho por Alonso de Quintanilla en 1482 de orden de los Reyes Católicos se hallaron en Castilla y León 1.500.000 fuegos (hogares) y unos 7.500.000 habitantes; y en otro recuento verificado en 1494 (contando ya el reino de Granada) se encontraron 8.622.762 habitantes. En Aragón, y por orden de las Cortes de Tarazona, se practicó en 1495 un recuento que dio 50.391 fuegos (que a 5 personas por hogar implican 251.955 habitantes). Notable ha sido la influencia ejercida en España por los judíos desde el punto de vista de modificaciones de la raza. Aunque no se puede demostrar con testimonios fehacientes la existencia de colonias hebreas, radicadas en diversos puntos de la península ibérica, antes de la conquista de la misma por los romanos, el hecho, sin embargo, parece indudable. Lo que si consta es que a raíz de la destrucción de Jerusalén por tito, los judíos emigrados en masa al occidente, estableciéndose muchos de ellos en la región meridional de España; pero vino a aumentarse el contingente israelita cuando, en el año 136, Flaviano expulso a todos los judíos de Eretz Israel; entonces, a favor del edicto de Adriano autorizándoles para domiciliarse en España, invadieron este país, no siendo exagerado afirmar que fueron inmigrantes en número de 30.000 a 40.0000, estableciéndose principalmente en Catalunya, Valencia y Andalucía, desde donde pasaron, andando el tiempo al Norte y Oriente, en busca siempre de grandes centros de población. La población judía existente en 1290 (reinado de Alfonso X el Sabio), según J. Amador de los ríos (Estudio sobre los judíos de España, Madrid, 1875), de 854.951, los del reino de León eran unos 72.000 y no era menos de 100.000 los que radicaban en los reinos de Aragón, Navarra y Granada, además de unos 60.000 en el de Portugal. En los catorce siglos de su permanencia en España, a contar hasta su expulsión por los Reyes Católicos, ejercieron en la península ibérica, desde el punto de vista étnico, cierta influencia. Y realmente no podía ser de otro modo, si se tiene en cuenta que sólo en el siglo XV se hicieron católicos para no tener que marchar al exilio mas de 100.000. Muy pocas son las voces de evidente procedencia hebrea introducidas en nuestro idioma después de constituido. Si se exceptúan los numerosísimos vocablos ya geográficos o etnográficos, como Canaán, Jericó, Jerusalén, etc., o ya del onomástico sagrado, como Aarón, Balaam, Daniel, etc., quedan reducidos a muy pocos los vocablos hebraicos contenidos en nuestro léxico. De éstos unos pocos han sido transmitidos mediante el latín eclesiástico, tales como: Aleluya, Hosanna, Jehowah, amén, etc., otros mediante el roce con los judíos y la lectura de los textos sagrados, así: efód, babel, cábala, cohén, eden, etc. No podemos olvidar a los médicos judíos, como Aben Hezra, con su Sephir Hammaroth o Libro de las Luces, en que se trata de los días críticos; Moseh ben Mamón o Maimónides, con sus Aforismos medicinales; Sem Tob ben Izchaq o Huharisci, con su Libro de la Medicina de Almanzor; Vidal de Gislad, en su Hannhogah Habiriuth o Régimen de Sanidad; Ben Alehophui, con su Rephuith Geniiah o Remedio del cuerpo y Abraham ben Sem Tob, con su Legute Rephuah o Colecciones médicas. Poesía hispanohebraica. Época de nacimiento y desarrollo (945-1027). Isaac ben Guikatilla, mencionado en otro lugar como gramático, y con él los llamados Ben Saul y Ben Chalfon, representaron el movimiento poético de ésta época, logrando introducir el ritmo prosódico que había encontrado, en principio, vivas resistencias. De sus composiciones, de carácter religioso o sinagogal, solamente conservamos raros fragmentos.
Viernes, 29 de marzo de 2024 -

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