Se les denominaba de esta forma a los judíos bautizados, la mayor parte de las veces se vieron forzados a ello, ya para salvar la vida, ya por presiones exteriores que penaban sus condiciones de existencia (bula del papa Benedicto XIII en 1415), o simplemente por ahorro monetario, al dejar de contribuir a los gastos de su antigua aljama. Así, no es de extrañar que muchos de estos conversos siguieran practicando secretamente sus antiguos rituales.