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La capital de España tiene el dudoso honor de haber sido escenario de los más espectaculares procesos de la Inquisición.

Juan Atienza demarca la antigua judería entre las calles de Bailén y Mayor, la plaza de Oriente y la de Isabel II.

Existen datos que parecen indican que anteriormente a la reclusión, los judíos habitaban fundamentalmente cerca de las actuales calles de Vergara e Independencia, en unos barrancos, que Felipe II mandó rellenar.

Durante las matanzas de 1391 fueron asesinados o tuvieron que convertirse la mayoría de los judíos de esa villa, cuyas autoridades echaron la culpa al "pueblo menudo", que siguió hostigando a los hebreos durante todo un año.

Es interesante señalar que en el siglo XVII, cuando España era tabú a los hebreos, el conde de Olivares hizo que muchos judíos regresaran a este país para que fueran, a estar lo que dice el citado historiador hispano, "consentidos por las necesidades que el gobierno tenía de sus conocimientos mercantiles y económicos, en un momento en que la economía española se encontraba totalmente agotada". Y no es de extrañar, por qué esa época coincide con la prosperidad comercial de los Países Bajos, en donde había florecido una importante colectividad sefardí, sobre todo en Ámsterdam.

La aljama de los judíos de Madrid, con los judíos de Ciempozuelos, Pinto, Barajas y Torrejón de Velasco, en el repartimiento hecho en 1474 por Rabí Jacob Aben-Núñez, juez mayor de los judíos y médico del rey Don Enrique IV, contribuyó con 1.200 maravedíes.

El quemadero de la Inquisición, se hallaba en el lugar donde hasta hace unos años se levantaba el Hospital de la Princesa, en la glorieta de Ruiz Jiménez (San Bernardo), donde hoy  existen unos edificios o casas de militares.

En el siglo XIII el Concejo prohibió la cesión o venta de tierras de cultivos a las ordenes religiosas, a los judíos y a los mudéjares. Temía que disminuyeran las zonas de pasto, tan necesarias para la ganadería, principal actividad económica de los caballeros, que, por entonces, influían poderosamente en las decisiones del gobierno de la villa. A finales del siglo XIII de las 16 juderías establecidas en el antiguo Taifa Toledano, la de Madrid y su Tierra ocupaba el noveno lugar, en cuanto a su volumen de población. Su gente se dedicaba a la agricultura y la artesanía.

En 1481 el Concejo dice que los judíos se aparten donde la “xinoga” por lo que tienen que vender sus casas y trasladarse al recinto de la aljama o judería. Madrid tiene que levantar a sus expensas una cerca pues los judíos son “muy pobres y miserables”. En 1485 es adquirida la propiedad a un judío para incorporarla a la edificación del denominado hospital del Campo Real. Aunque nunca fue muy importante, la comunidad judía, destacó sin embargo, por la excelencia de sus físicos (médicos), hasta el punto de que después de la expulsión (1492), tuvo el Concejo problemas para encontrar profesionales de la medicina.

Existe una colección sefardí en el Museo Arqueológico Nacional, calle Serrano 13; una Biblia iluminada, conocida como la “Biblia de Alba” o de “Arragel” (por el nombre del rabino que dirigió su edición), que se guarda en el Palacio de Líria (calle Princesa, visitable los sábados por la mañana); algunos azabaches compostelanos conservados en el Museo de la Institución Valencia de Don Juan (calle Fortuny 43), pueden ser reputados como obra judía.

En el Museo del Prado se pueden contemplar dos cuadros que representan autos de fe, uno de Alfonso de Berruguete y el otro de Juan de Borgoña. También en su colección destacan los cuadros de Veronés “Moisés salvo de las aguas”; La casta Susana; El sacrificio de Abrahám y Caín Errante con su familia.

En la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid, existen una serie de manuscritos hebreos. En la Biblioteca Nacional hay una nutrida colección de manuscritos procedentes fundamentalmente de la Catedral de Toledo.

El Monasterio de Santa María del Paso, origen de San Jerónimo el Real de Madrid, fue tachado de “receptáculo de marranos” y de “sinagoga” de la orden de los jerónimos, por el número de conversos con que llegó a contar y que formaban un grupo cohesionado que se protegía de posibles ataques de monjes cristianos viejos escandalizados, y a menudo decidían la elección de priores y otros cargos entre miembros de su linaje, o que les fueran favorables.

Viernes, 29 de marzo de 2024 -

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